José de Sousa Saramago, fue el primer
escritor portugués en recibir el premio Nobel de Literatura en 1998. Este
escritor autodidacta publicó su primera novela en 1947 titulada Tierra de
Pecado, aunque con esta obra recibió muy buenas críticas decidió no publicar
durante más de veinte años. Una controvertida visión de la historia y de la
cultura son el punto crucial en sus obras.
Alzado
del suelo (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y
renovador portugués, es una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910
y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida y documentada, un
estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su
momento. Siguieron obras de gran interés como Memorial del Convento (1982), El
Año de la Muerte de Ricardo Reis (1984), La Balsa de Piedra (1986), Historia
del Cerco de Lisboa (1989), El Evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre
la Ceguera (1995), obra en la que el autor desde planteamientos éticos advierte
sobre la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron.
En
2005 publica su obra Las Intermitencias de la Muerte, la cual plantea que en un
país cuyo nombre no será mencionado se produce algo nunca visto desde el
principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente
deja de morir. La euforia colectiva se desata, pero muy pronto dará paso a la
desesperación y al caos. Sobran los motivos. Si es cierto que las personas ya
no mueren, eso no significa que el tiempo haya parado. El destino de los humano
será una vejez eterna. Se buscarán maneras de forzar a la muerte a matar aunque
no lo quiera, se corromperán las conciencias en los “acuerdos de caballeros”
explícitos o tácitos entre el poder político, las mafias y las familias; los
ancianos serán detestados por haberse convertido en estorbos irremovibles.
Hasta el día en que la muerte decida volver…
Arrancando una vez
más de una proposición contraria a la evidencia de los hechos corrientes, el
Premio Nobel de Literatura, José Saramago, desarrolla una narrativa de gran
fecundidad literaria, social y filosófica que sitúa en el centro la perplejidad
del hombre ante la impostergable finitud de la existencia. Parábola de la corta
distancia que separa lo efímero y lo eterno, Las Intermitencias de la Muerte
bien podría terminar tal como empieza: “Al día siguiente no murió nadie”.